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Vehículos eléctricos

Los vehículos eléctricos han sido identificados como una tecnología clave para reducir las emisiones futuras en el sector de la movilidad. Históricamente hablando los vehículos eléctricos, tienen su primera aparición en el año 1834 con Thomas Davenport quien construyó el primer coche eléctrico. Ya en el año 1900 los automóviles eléctricos tenían una pequeña parte del mercado en comparación con los automóviles de motor. Posteriormente Porsche inventó el vehículo eléctrico híbrido. Pero luego en 1908 Henry Ford puso la primera planta de producción en serie de vehículos de combustión interna desplazando así a los vehículos eléctricos (Helmers y Marx, 2012). Entonces, a causa de los altos costos iniciales y la baja autonomía los vehículos eléctricos fueron retirados del mercado en la década de 1930 y solo después de la década de 1970 volvió el interés por esta tecnología (Teixeira y Sodré, 2018).

Larminie y Lowry (2012) clasifica   los componentes principales de un vehículo eléctrico en batería eléctrica,  el motor  eléctrico  y un  controlador  de  motor. La estructura técnica de un vehículo eléctrico es más simple en comparación con el vehículo convencional de combustión, ya que no se necesita un sistema de arranque, escape o lubricación, en su mayoría caja de cambios y, a veces, ni siquiera un sistema de refrigeración.

La batería se carga con electricidad cuando se conecta a la red eléctrica a través de un dispositivo de carga o durante el frenado a través de la recuperación. El cargador es un componente crucial, ya que su eficiencia puede variar entre el 60 % y el 97 %, desperdiciándose por lo tanto entre el 3 % y el 40 % de la energía de la red en forma de calor. El controlador de motor suministra al motor eléctrico una potencia variable en función de la situación de la carga, donde el motor eléctrico convierte la energía eléctrica en energía mecánica (Helmers, 2012).

Los vehículos eléctricos tienen la capacidad de disminuir las emisiones de CO2 del sector transporte, ya que ofrecen una opción a los vehículos convencionales basados en combustión. Los vehículos eléctricos no generan emisiones de CO2 por su uso, por lo que no contribuye a producir gases de efecto invernadero; estos vehículos al no depender de gasolina como fuente de combustible no generan ruido tras su funcionamiento, así mismo en comparación con los vehículos convencionales, los motores eléctricos tienen una mayor eficiencia del torque en la rueda (Campanari et al., 2009).

Por otra parte, aunque los vehículos eléctricos no producen emisiones de CO2, aún pueden ser responsables de algunas emisiones de CO2  indirectas, ya que estos vehículos requieren energía para funcionar y esa energía debe obtenerse de alguna manera, por lo tanto, si su energía se obtiene de una fuente que no emite CO2 como la energía solar, eólica, nuclear o hidroeléctrica, entonces los vehículos eléctricos no serán responsables indirectos de emisiones de CO2. Sin embargo, si la energía de estos vehículos proviene de métodos que producen emisiones de CO2, entonces dichos vehículos siguen siendo responsables de las emisiones de CO2 que ingresan al medio ambiente (Doucette y McCulloch, 2011).

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