Introducción

Del sector  educativo  tiene como uno de sus objetivos formar a los profesionales del futuro de la mejor manera  posible, lo cual no es exclusivo a los conocimientos, sino que se agrega a una nueva noción de competencias a desarrollar (Alamri et al., 2021; Averill y Major, 2020; et al., 2022). El término “competencia” es identificado por diversos autores como una construcción que integra  conocimientos, habilidades psicológicas  y manuales,  así como el sistema  de actitudes, creencias y valores (Brundiers et al., 2021; Cruz et al., 2020; Oberländer et al., 2020; Silveyra et al., 2021).

Dentro  de este  marco, se le ha dado un nuevo  valor a las habilidades ciudadanas, las cuales  proponen que lo más importante es desarrollar cualidades de pensamiento centradas en ir más allá de la enseñanza en el aula (Lash,2021; Nguyen et al.,  2021). Por ejemplo, se le brinda mayor atención a la producción de conocimientos e ideas innovadoras, como puente  entre  la conservación del acervo cultural de la humanidad y el futuro (Khoo y Jørgensen, 2021; Udvari y Vizi, 2023).

De manera  similar, las  habilidades ciudadanas son  consideradas un  sistema  de  conocimientos, destrezas y actitudes que facilitan  la convivencia  armónica  en contextos sociales,  así como la capacidad para  desempeñarse adecuadamente dentro de estos.  Por  tanto,  las mismas  no solo forman  parte  de las necesidades de preparación de una persona para  la vida, sino que constituyen la base para  el correcto ejercicio de la ciudadanía;  permiten la realización de los valores  y principios socialmente concertados y valorados  (Chiba  et al., 2021; Lauricella et al.,2020).

La educación superior considera la formación  de los futuros  profesionales dado que es parte  de la nueva cultura de considerar el bienestar integral  como parte  de la modernidad. La relación  es congruente en tanto  la formación de alumnos comprometidos en distintas dimensiones de sus vidas conlleva a ciudadanos conscientes y activos en la sociedad  donde  se desarrollan. Esto les abriría paso a explorar  sus mejores  versiones y prepararse para el mundo profesional con todas las herramientas posibles.

De acuerdo con García y González (2014), la organización de este tipo de cualidades se da desde tres perspectivas: las relaciones sociales  propias  de una cultura de paz; la participación social y la responsabilidad con el desarrollo democrático; así como la aceptación tolerante de las diferencias entre  la identidad propia, la otredad y la creciente pluralidad de los contextos sociales.  Estas  tres  son imprescindibles para  una vida sana y la institución educativa donde se desarrollen tiene  una gran relevancia,  al ser el segundo  lugar donde los universitarios pasan más tiempo, después  del hogar.

Este hecho constituye la realidad acerca de la gran importancia que tiene el desenvolvimiento en las instituciones educativas sobre la vida personal de los universitarios. Simultáneamente, existe el riesgo de la pérdida de aprendizaje1 a raíz de la pandemia por COVID-19 (Donnelly y Patrinos, 2022; Harmey y Moss, 2023; Hevia et al., 2022). No consiste únicamente en perder información, sino que se refiere a la pérdida de destrezas o conocimientos que pueden  ocurrir cuando alguien tiene una interrupción escolar  (Angrist et al., 2021; Clark et al., 2021; Kaffenberger, 2021). De esta manera, también existe el riesgo de descuidar las habilidades necesarias para su desarrollo integral, en caso de que estas  no sean correctamente atendidas.

De  forma similar,  Pakapol y  Vanichwatanavorachai (2022)  proponen que  la  necesidad  de  promover las habilidades ciudadanas y socioemocionales de  las  personas está  directamente relacionada con  la intención de extender los valores y actitudes positivas  en la sociedad,  con miras a la construcción colectiva  de un mundo mejor (Harvey et  al.,  2021;Snauwaert, 2020; Zembylas y Loukaidis, 2021). Eso quiere decir que el sector educativo cuenta  con la responsabilidad de que los estudiantes sean conscientes de que habitan  una sociedad  multicultural y consecuentemente desarrollen habilidades en pro de la equidad, la resolución creativa de conflictos y la conciencia de su papel como ciudadanos del mundo (Kester, 2023; Pakapol y Vanichwatanavorachai, 2022; Rubin y Cervinkova,

2020).

Con  este  objetivo  se unieron tres  universidades latinoamericanas, a saber, La Universidad de los Andes, de Colombia; la Pontificia Universidad Católica de Chile, de Chile; y el Tecnológico de Monterrey, de México. Juntas, presentaron una propuesta al Fondo Novus Tríada, que tiene el propósito de promover  la innovación  educativa en el contexto  latinoamericano mediante la conformación de un laboratorio dirigido a la educación ciudadana.

La relevancia del presente artículo se basa en la situación específica de cada uno de los países involucrados. En Colombia, Sánchez  y Callejas  Callejas  (2020) condujeron un estudio  encaminado a comprender cómo las familias tomaban parte en los procesos universitarios desde su participación, lo que les permitió identificar estrechas relaciones entre  el desempeño en los ámbitos  familiar y académico. Por lo tanto, debe existir un equilibrio correcto en la forma como se relaciona el joven universitario en esas dos esferas  de sus vidas, que son las que más ayudan a su formación, sin desconocer que haya áreas  de oportunidad entre  la unión de estos ámbitos.

Por  otro  lado, en cuanto  a la relación  con  el sistema  democrático, en México  existen  evidencias  de que  los estudiantes de secundaria no identifican las características básicas que conforman la democracia. Hay, a su vez, un predominio de estudios dedicados a creencias y opiniones del profesorado; como hacia un menor  énfasis  en las 

prácticas educativas propiamente dichas, y a la necesidad de fortalecer la educación ciudadana (Dyrness, 2021; Quintana-Susarte, 2022). Si se considera que este alumnado tiene aproximadamente 15 años, y la edad legal para votar en México es de 18, resulta preocupante que haya desconocimiento acerca de temas que conforman su ciudadanía y la toma de decisiones se puede ver afectada  debido a la falta de información.

Un estudio  realizado  por Godoy et al. (2022) en la Universidad de Santiago  de Chile se basó en la currícula estudiantil para encontrar los objetivos en la ciudadanía mundial de los alumnos. Como parte de los descubrimientos principales se encontró que las bases curriculares no comprenden de manera  explícita y estructurada la educación para la ciudadanía global, por lo que su atención es discrecional y queda sujeta al desempeño del profesorado (Godoy et al., 2022). No obstante, es de gran importancia incorporar temas enfocados a la ciudadanía global para educar a los alumnos  en nuevos contextos encaminados a la globalización  y modernización. Estos  temas  pueden  ser abordados por medio de las competencias ciudadanas, que involucran el acompañamiento al proceso de participación pacífica, responsable; a la inserción crítica  y respetuosa en contextos de diversidad;  así como a la trascendencia de dicha cultura en cuanto  los límites  comunitarios, locales y nacionales, de manera  que se forme un verdadero ciudadano del mundo (González-Valencia  et al., 2020; Sant et al., 2022).

El presente artículo pretende develar  el estado  de las habilidades ciudadanas en  estudiantes universitarios, específicamente por  medio del  estudio  de  su  sentido de  comunidad. Esto  involucra los  ámbitos familiares, universitarios, de responsabilidad social, y/o la solidaridad. De igual forma, la construcción de una ciudadanía activa y participativa a niveles locales, nacionales y mundiales. Con la finalidad de que los jóvenes universitarios impulsen toda  su capacidad y exploten  su talento  humano,  es necesario comprender qué tan  desarrolladas se encuentran dichas habilidades.