Conclusiones del análisis comparativo. De las tablas III, IV y V, así como de las figuras 4 y 5 se puede concluir que el método Gómez-Morales tanto en su modalidad diaria como mensual resulta ser el más confiable y el que mejor estima las horas-frío ocurridas en un cierto período. En la tabla III se observa que la modalidad mensual de Gómez-Morales parece dar mejores resultados que la diaria, sin embargo, los autores consideran que teóricamente la modalidad diaria puede resultar mucho más confiable que la mensual cuando se aplique en otros lugares. La diferencia puede consistir en errores instrumentales del termógrafo, aunado a errores en la medición de horas-frío, en la cual los resultados probablemente son más bajos que los indicados por el termógrafo. Con el fin de establecer cual de las modalidades puede resultar más útil, actualmente se está trabajando en su afinación y aplicación en otras partes del país. Independientemente de esto, volvemos a enfatizar que, por razones teóricas, los suscritos consideran más útil la modalidad diaria. Respecto a los otros métodos podemos decir que como se esperaba, el método de Da Mota resultó ser ligeramente mejor que el de Crossa-Raynaud y el de Sharpe.
Otras consideraciones acerca del concepto de horas-frío. Independientemente de la evaluación que se debe hacer de los métodos para calcular horas-frío, existe una serie de factores igualmente importantes, ligados a la determinación de los requerimientos del frío invernal. A continuación se mencionan algunos de estos factores.
En lo referente a la aplicación de modelos y métodos, el agrometeorólogo P.M. Austin (1968) hace ver los riesgos de la utilización de los modelos agrometeorológicos. Por un lado, al elaborar el modelo se puede caer en una simplificación excesiva, cuya consecuencia es la pérdida de confiabilidad del modelo y por tanto los hechos que trata de reflejar son, frecuentemente, mal definidos. Por otra parte existe el riesgo, no menos frecuente, de que en vez de ajustar el modelo a la realidad, se trata de ajustar la realidad al modelo. Además la dificultad de una verificación absoluta significa que aun los mejores modelos están sujetos a una vigorosa crítica.
Por principio de cuentas no es científicamente válido comparar dos métodos de diferente naturaleza, ya que el de Da Mota considera 4 meses (noviembre, diciembre, enero y febrero) y el de Weinberger únicamente 2 (diciembre y enero), de tal modo que aunque sus resultados sean muy similares no pueden ser comparables puesto que no están referidos al mismo lapso.
La afirmación de que ambos métodos son más recomendables obedece a que en la práctica se han observado ciertos valores de “frío efectivo” Sin embargo, esta coincidencia no es motivo suficiente para dar por correcta su aplicación, ya que por una parte los métodos fueron ideados para calcular las horas-frío existentes en realidad, y no para calcular valores de frío efectivos, que tampoco los calculan.
Y por otra, la cantidad de observaciones tomadas para llegar a tales conclusiones no son representativas ni en tiempo, porque en el ejemplo que da Calderón (1983) únicamente se consideran 2 años, y tampoco lo es en el espacio, pues el mismo ejemplo es para una sola localidad, y no reporta que se haya hecho lo mismo en otras partes del país, por lo que no se puede saber si la relación entre el llamado huerto fenológico y los métodos, es absolutamente válida.
Calderón (1983) propone la utilización de un índice de corrección para cada lugar, obtenido a partir de la diferencia de las horas-frío observadas con el termógrafo y las horas-frío “efectivas” observadas en el huerto fenológico. En apariencia este índice refleja la influencia de los factores ambientales locales que interfieren en el efecto de las horas-frío; de acuerdo con esto, habría que contar con termógrafos y huertos fenológicos para establecer el índice de corrección, con lo que sería superfluo calcularlo, ya que si conoce realmente el “frío-efectivo” gracias al huerto fenológico, no se precisa en realidad ninguna corrección.
Por otra parte, es necesario considerar cómo se calcula el “frío efectivo”, para hacerlo, los suscritos proponen que se defina con exactitud y claridad, tanto la temperatura como el momento en la vida del vegetal, en los cuales la temperatura comienza a ejercer un estímulo por frío y también el momento en el cual la planta acumula la cantidad de frío que necesita, que será también el momento en que finalice el “frío efectivo”. Lo anterior se deriva de la hipótesis ya mencionada en líneas arriba de que hay especies y variedades que comienzan a satisfacer sus necesidades de frío con temperaturas por abajo o por arriba de los 7°C, por lo cual los valores de “frío efectivo” se ven también alterados. A continuación damos un ejemplo de esto:
Supongamos que en un cierto lugar se observaron 800 horas-frío calculadas con el termómetro con el límite convencional de 7°C. Para esa misma localidad se encontraron en el huerto fenológico 648 horas de frío efectivo, consideradas con el mismo límite de 7°C, para una cierta variedad. Sin embargo, si para esa variedad, el frío efectivo comenzara a los 8.3°C, en realidad habría más horas de frío efectivo que las reportadas en función de los 7°C, como se muestra en la figura número 6.
Lo expuesto se deriva de la siguiente hipótesis: en las latitudes bajas, las plantas comienzan a ser estimuladas por el frío a temperaturas más altas que en latitudes medias o altas.
Para finalizar, cabe concluir, retomando las ideas de Calderón (1983) acerca del índice de corrección, que para calcular el frío efectivo, éste no se considere única y absolutamente en función del valor arrojado por el cálculo de las horas-frío, sino que también se evalúe el peso de los factores ambientales que influyen en el aprovechamiento del frío por el vegetal, así como las características intrínsecas de éste, de tal manera que el objetivo final sea la elaboración de un modelo de aplicación universal, que contemple el valor particular y la acción conjunta de los elementos medio ambientales que determinan las singularidades espacio-temporales de los requerimientos de frío; y de esta manera contribuir a una planeación más científica de la actividad frutícola.